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Después del intercambio con otros profesores de la universidad y su interés por las críticas fundamentadas en datos racionalizables como el programa de necesidades y el asoleamiento, me parece apropiado acercarse a los problemas de una arquitectura simplificada enfocada a la respuesta eficiente del programa y el asoleamiento. Una interpretación clara de esta condición la da Jorge Silvetti, antiguo decano de Harvard.
El problema en discusión es la forma arquitectónica contemporánea y los conceptos reductivistas que determinan parte de la producción actual.
Lo específico y fundamental que los arquitectos hacemos es imaginar y producir forma arquitectónica. La “forma” de la que estoy hablando no se ocupa sólo de posiciones estéticas elaboradas a priori, o de vocabularios heredados. Es más bien la forma arquitectónica que involucra todas las fuerzas que convergen en el resultado final, sean estas culturales, sociales, económicas o ideológicas tanto como técnicas o metodológicas. De ahí que el lenguaje, los edificios, la topografía, el arte, la moda, la televisión y el cine, materiales nuevos y viejos —por sólo nombrar algo de lo que es forma y genera forma— hayan sido y todavía sean la flora y fauna que habita y nutre la topografía de mi derrotero intelectual. Es más, en los casos que me interesan, este esfuerzo de producir forma ocurre porque el arquitecto tiene voluntad de producir esta forma, de crearla, sea por necesidad, interés o por un deseo irreprimible.
Iniciamos la discusión abordando la arquitectura como una disciplina centrada en la elaboración de forma. A diferencia de otras artes o disciplinas que construyen forma, la forma arquitectónica es la convergencia de fuerzas. Pueden estar relacionados con una identidad cultural, una tradición –como podríamos interpretar al cuerpo entero de la historia de la arquitectura o como podemos entender cultura antropológicamente–. Son de índole económicos como un presupuesto o un costo de mantenimiento. También son técnicos, como la disponibilidad tecnológica con la que se cuenta para la construcción, su maestría o su pertinencia en el contexto socio-económico y arquitectónico. Otras fuerzas son de índole sociales como el programa y la necesidad de que la forma arquitectónica acoja las actividades de sus habitantes. A esto se suman muchas más. En conclusión, la forma en nuestra disciplina es una convergencia de datos y al arquitecto un mediador de estas fuerzas.
Silvetti continúa en su discurso y advierte de tendencias en la producción actual que hacen una simplificación de los datos determinantes en la creación arquitectónica. El más próximo a nuestro caso es el programismo.
El “Programismo” es el desarrollo extremo de la tendencia a acumular y manipular información que, por el mero poder de su cantidad, por lo acrítico de su método de recolección, por su aparente autoridad como “datos neutrales” y por su apremiante representación gráfica, se vuelve, con poca transformación, la forma misma de la arquitectura propuesta, o su inspiración figurativa. […] Descansa sobre las simpatías entre diversos medios que parecen obrar en forma intercambiable como causas y efectos —la “forma” de las matrices o esquemas de datos produciendo la forma de la arquitectura, y ésta, a su vez, supuestamente induciendo las “acciones” promovidas por el programa. Podemos tomar esto como un primer ejemplo de un proceso que potencialmente exime al arquitecto de su rol creativo. Pero detrás de esta capitulación yace una sospechosa operación metodológica que supone que un reordenamiento arbitrario de datos, una coordinación de figuras y la composición de aquellos en esquemas proporcionan automáticamente la solución a los problemas mismos que encierran.
Por esta categoría, Silvetti se refiere a obras de arquitectura donde la explicación del proceso de diseño muestra la forma como el resultado únicamente de un procedimiento de organización de datos cuantitativos como el programa de necesidades o el asoleamiento. Este discurso peca de simplificar la convergencia de fuerzas que determinan la forma arquitectónica.
!Para la suerte de todos, el taller está lejos de caer en el programismo! Como estudiantes principiantes de arquitectura, ustedes están empezando a entender aquello que determina la arquitectura. Nosotros los hemos confrontado ha estos problemas de uno por vez y en superposición. Hoy por hoy, los proyectos que estan realizado pueden dar cuenta la historia por medio de referentes que han visto, pueden dar cuenta de una comprensión del espacio y la forma, de una materialidad, de un contexto y de una escala. En los próximos días y después de atravesar por los siguientes esquicios, podrán dar cuenta de la incidencia del sol y del programa de actividades que tendrá que acomodar su proyecto. Ninguno de estos problemas puede tomar el protagonismo como el único dato o el más determinante del proyecto porque la forma arquitectónica es la convergencia de todos ellos.
Como conclusión, la siguiente reflexión de Silvetti es de las enseñanzas más valiosas que pueden llevarse del taller y la facultad:
[La respuesta de] cómo determinar la calidad de los datos que usa y cómo articular con inteligencia el pasaje de los datos a la forma, no es más ni menos que la habilidad mínima y quintaesencial que un arquitecto debiera desplegar, pero que requeriría, como siempre, trabajo duro, conocimiento de la historia de la arquitectura, rigor, imaginación y el cultivo de talentos creativos, más que los automatismos que por ahora tipifican sus movimientos.
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